
Tras la representación de la Caja de Nora, se desarrolló un intercambio entre los presentes en el que se situaron algunas de las cuestiones más determinantes de las concepciones que contempla la realidad del teatro en nuestra sociedad.
En este sentido, César de Vicente en especial, complementado con el resto del grupo y Carlos Taberneiro, se posicionó contra las orientaciones que persiguen la desactivación del teatro político.
El arte teatral de corte político, combatiendo ante la posibilidad de ser fagocitado por el mercado, busca su espacio. El teatro a su juicio debe ser entendido como herramienta en la lucha de las clases subalternas, defendiendo que la práctica teatral, extendida a cualquier persona y engarzada en una visión filosófica concreta, se convierte en un agente de cambio y transformación hacia la consecución de una nueva sociedad que rechaza la concepción del teatro y las artes escénicas como medios de producción comercial al servicio de la mercantilización o en algunos casos desde una falsa neutralidad.